Brasil intenta impulsar su economía en una crisis política sin precedentes

Brasilia – El país apenas resurgió de su peor recesión; hay unos 14 millones de brasileños de desempleados. Atraviesa una serie de enormes escándalos de corrupción; el Departamento de Justicia norteamericano describió el caso que rodea a Odebrecht, la constructora que llegó a ser la más grande de Latinoamérica, como la trama extranjera de coimas más grande del mundo.

Sin embargo, es en el ámbito político donde quizás más se siente la crisis. Una tercera parte de los miembros del Congreso está siendo investigada por aportes de campaña ilegales. El año pasado, la presidente Dilma Rousseff fue destituida por medio de un juicio político. Es bastante posible que Michel Temer, su sucesor, enfrente el mismo destino antes de que termine su mandato en 2018.

Los escándalos de corrupción en torno a la presidencia de Temer comprometen la agenda de reformas que empezó a sacar a la economía de abismo. Sin embargo, las consecuencias políticas todavía pueden terminar siendo mayores. El año pasado, la confianza de los brasileños en la democracia retrocedió 22 puntos a 32%, según Latinobarómetro, una organización de investigaciones con sede en Chile. Dado el casi total descrédito de la clase política de Brasil, sería extraño que el pueblo no pierda aún más confianza en la democracia.

Como resultado, nadie tiene idea quién podría ganar las elecciones presidenciales de octubre de 2018 y conducir el país hacia la recuperación. (Temer repitió varias veces que no será candidato). Nada de esta incertidumbre es positivo para la inversión en infraestructura, que es inherentemente a largo plazo.

«Si se mantiene la dirección económica, la consolidación de la reforma económica es algo bueno», dijo Arminio Fraga, el respetado ex presidente del banco central. «Pero puede suceder lo contrario un giro hacia el populismo. Entonces todo se empantanará», aseguró en el diario Folha de S.Paulo durante una reciente entrevista. EFE

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